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sábado, 5 de marzo de 2011

Charles King - El Chocho : Palenquero Fino

Pero mira que chocho bonito, mira que chocho bacano… el que tiene ella… bajo la falda…”. Con este y otros cientos de versos “champetuos”, se ha hecho visible desde finales de los ochenta en la radio y en los picós cartageneros.
Por Jorge Pinzon

Después de un receso prolongado en el que la Champeta se hizo sentir poco en Bogotá, en los dos últimos años volvió con fuerza a tomarse la capital en las voces del Sayayín, el Afinaíto y el Palenquero Fino, quienes giraron por diferentes escenarios de la ciudad convocando al “espeluque”.          
Charles King jamás vio en Palenque de San Basilio (como prefiere llamar a su natal territorio de mitos y leyendas) hombres convertidos en burros ni mujeres convertidas en brujas a la media noche, como les aseguraban a los niños las matronas de ese enclave de cimarrones alimentados con yuca, pescado, ñame y el mejor maní de la región. 
De lo que sí fue testigo el pequeño Carlos Alfredo Reyes Altamar fue del vigor sonoro de un espíritu de tribu que palpitaba bajo sus pies y recorría su cuerpo y sacudía sus extremidades y las de amigos y familiares cargados de sangre africana y ritmos cautivantes como la Chalupa, el Lumbalú, el Son Corrido o el Bullerengue.
A los 4 años ya salía solo a caminar descalzo por las calles caldeadas de Palenque, dejándose arrastrar por la música que en las tardes hirvientes o en las noches sin luz eléctrica podía llegar de la casa de Graciela Valdez o de otra cantante, vecino, tío, primo o veterano sonero. Y en una especie de trance, el que años más tarde se convertiría en el gran Charles King deambulaba feliz con la música “atrapándome, invadiéndome músculos y sentidos”, dice casi cantando este hijo de la misma tierra de Pambelé y Evaristo Márquez, el actor que junto a Marlon Brando protagonizó la película Quemada en 1969. 
Con tan solo 7 años compuso su primera canción. “Un tema sobre un ritual funerario”, recuerda. A los 16 se metió a bailar en el grupo Son Palenque, compuesto por 25 personas. En el 85 desertó de la agrupación para montar Anne Swing, un experimento que le abrió las puertas de la escena profesional. 
La Champeta es una potencia cartagenera hecha de elementos extraídos de alguna magia de Zaire, de Uganda, del Congo o de Sudáfrica.

Francisco Cañate, el segundo esposo de su abuela materna, fue el maestro de su crianza, el hombre gracias al cual aprendió a discernir entre el bien y el mal, el campesino que le enseñó a pescar, a querer la botánica y a amar al prójimo. Pasó gran parte de su niñez junto a él, hasta que un día, como tantos otros paisanos, hizo maletas y se fue a vivir a Cartagena porque su pueblo de boxeadores, de músicos innatos, de negras vendedoras de frutas en Boca Grande se le estaba quedando pequeño y no le ofrecía suficientes oportunidades.    
“La Champeta me huele a libertad”
La Champeta es un género maduro que luego de casi 30 años de desenvolverse con soltura en los barrios pobres de la Heroica se convirtió en la última década en un verdadero fenómeno popular que le ha permitido a Charles King levantar a media docena de hijos, “por culpa de la televisión”, asegura, ya que según él la tv tienta al diablo con tanta mujer bonita desfilando en las telenovelas. “Con la misma tengo 5, por fuera del matrimonio tengo uno”.   
La Champeta es una potencia cartagenera hecha de elementos extraídos de alguna magia de Zaire, de Uganda, del Congo o de Sudáfrica. De Soukuss, Maba Ganga, Soweto y otras catarsis rítmicas se han alimentado por siglos la lengua y el espíritu palenqueros. 
“La Champeta está nutrida de la cultura palanquera, pero es un género cartagenero, de palenqueros que se fueron a vivir a Cartagena”, explica este palenquero de finura comprobada y metro ochenta de estatura a quien nada le causa más risa que ver a un cachaco bailando Champeta. Algo que debió ocurrirle durante su última presentación del año pasado en Bogotá, a juzgar por las risotadas que soltó la noche del 14 de diciembre sobre el escenario de Theatrón.          
“Este es un género para despejarse, una forma de salir de la depresión”, me dijo horas antes de confirmar lo dicho poniendo a gozar a cientos de cachacos con exitazos de la fibra de “El Chocho”, “El Bicarbonato”, “La Cantimplora”, “La Cucharita” y “Sueño Americano”. 
“Pero mira que chocho bonito, mira que chocho bacano… el que tiene ella… bajo la falda…”. Con este y otros cientos de versos “champetuos”, entre ajenos y de su autoría, se ha hecho visible desde finales de los ochenta en la radio, a través de discos, en picós (discotecas ambulantes) y en casi todos los barrios de Cartagena.  Nariño, San Francisco, San José de los Campanos, La Candelaria… “Todos a excepción de Manga, Crespo y El Laguito, donde vive la élite”, dice dejando salir una carcajada.


VideoBam.com“El Chocho” es una composición de Emiliano Veleño, un pelao de Magangué que llegó con muchas ganas de grabar sus canciones en Cartagena. “Pero a los productores no les gustó su manera de cantar y no le pararon bolas”, cuenta Charles, quien sería invitado entonces a grabar “El Chocho” para un disco que reunió a varios champeteros    y que le dio un reconocimiento nacional al King.    
En Cartagena puede haber actualmente alrededor de un centenar de cantantes de Champeta. El Sayayín y El Afinaito son de los más afamados. Pero el que cierra los mejores conciertos sigue siendo Charles King.
  

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